Se dice que en el alma de cada aragonés siempre hay un espacio muy especial, aquel que alberga un pilar de sentimiento asentado generación tras generación, una muestra inamovible de cariño hacia esa madre que es la de todos, nuestra Virgen del Pilar.

Esta es la historia de una emoción cercana y familiar compartida por todos. Una historia que tiene como protagonista una delicada talla de madera, una imagen de la que es muy difícil apartar la mirada.